Prendidas de las laderas del cerro San Cristóbal, como en un mosaico surrealista, cientos de casas multicolores contrastan con la aridez grisácea y polvorienta del terreno. No conozco a sus habitantes, nunca los vi, pero los intuyo, entreveo sus penurias y alegrías, sus esperanzas y frustraciones, su ineludible condición humana.
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